Siria: se viene el ataque de Estados Unidos


Estados Unidos ha decidido intervenir militarmente en Siria. Ahora, solamente se trata de que el presidente Obama decida las circunstancias: cuáles son los objetivos políticos de la acción, cuáles los militares, cuándo se lanzará el ataque, cuál será su envergadura, quiénes participarán en el mismo, cómo contendrá Washington las consecuencias del acto militar y cuáles serán los lineamientos legales internacionales con que justificará la intervención.

Así se deduce de una lectura de las declaraciones oficiales desde la Casa Blanca y de la interpretación que de información interna hacen los principales medios de comunicación nacionales.

Una sola consideración, no obstante, como se explica al final del análisis, podría impedir que la acción inicie.

La señal más fuerte del ataque inminente vino de declaraciones del secretario de Defensa Chuck Hagel a la BBC según las cuales las fuerzas armadas están listas para actuar en cuanto el presidente Obama lo ordene.

En algunos medios se baraja la posibilidad de que el ataque se lance, sea a toda marcha o en versión inicialmente limitada, ya este jueves 28 de agosto. Así lo deja entender, por ejemplo, los corresponsales de NBC News predecían el inicio de la ofensiva dentro de las próximas 24 horas, También respondían a algunas de las otras preguntas relacionadas con el ataque, diciendo que se trataría de «tres días de ataques con misiles, quizás comenzando el jueves, en un ataque dirigido más a enviar un mensaje al presidente sirio Bashar el Assad que a derribarlo o destruir sus fuerzas militares».

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Efectivamente Jay Carney, portavoz de la Casa Blanca, dijo este martes que el propósito de tal reacción no sería un «cambio de régimen», sino «responder a la violación de estándares internacionales».

La decisión estadounidense se basaría en su profundo rechazo al ataque con gas nervioso que el ejército sirio realizó contra su propia población, tratando de erradicar a los rebeldes de las afueras de la capital Damasco, como parte de la guerra civil que se desarrolla en este país árabe desde hace más de un año. En el ataque, según diversas fuentes, murieron entre 400 y 1,300 civiles víctimas de los síntomas de las ármas químicas, el 21 de agosto.

La naturaleza del ataque gubernamental sirio fue casi totalmente confirmada por la organización filantrópica Médicos Sin Fronteras, que opera cuatro hospitales en la zona y que trató a miles de pacientes de síntomas típicos del gas nervioso. Por otra parte, tanto el gobierno sirio como el de Rusia rechazan la acusación.

Una delegación de las Naciones Unidas invitada a inspeccionar la zona del ataque fue inicialmente baleada, este domingo, pero finalmente pudo llegar al lugar de los hechos y entrevistar a algunos de los sobrevivientes. Sus conclusiones aún no se han dado a conocer.

El Departamento de Estado por su parte dijo que «está perfectamente claro» que el gobierno de Assad era responsable del ataque, si bien todavía no se había dado a conocer un informe formal de las agencias de inteligencia estadounidenses. Y el vicepresidente Joe Biden anunció solemnemente en una comparecencia pública en Houston que «se ha hecho uso de armas químicas».

Entretanto, y mientras se finiquitan los proyectos y preparativos militares – parte de la flota estadounidense se ha acercado a las costas sirias en el Mar Mediterráneo – la Casa Blanca ha estado ocupada tratando de conseguir apoyo internacional a su iniciativa, y el presidente Obama mantuvo, según portavoces gubernamentales, sendas conversaciones telefónicas con los jefes de estado de Gran Bretaña, Francia, Alemania, y Canadá.

Respecto al ángulo legal que justifique la acción, trascendió que los servicios de inteligencia podrían publicar grabaciones de comunicaciones que demostrarían la participación de Assad en el uso de armas químicas, dijo el Washington Post.

Sin embargo, analistas se preguntaban si ello sería suficiente para justificar un ataque, en aras de la seguridad nacional, sin la aprobación ni del Congreso ni de Naciones Unidas.

Portavoces sirios dijeron que un ataque estadounidense podía «encender en llamas» todo Medio Oriente y causar una conflagración mundial. Asimismo, advirtieron que cualquier ataque se toparía con la máxima resistencia militar y que serían atacados blancos en Israel, país al que Damasco ve como aliado de Estados Unidos. Un ataque contra Jerusalén podría aumentar el prestigio del gobierno sirio en el mundo árabe y dificultar aún más las perspectivas políticas de la intervención estadounidense.

Israel respondió a las advertencias con otras suyas. El primer ministro Benjamín Netaniahu dijo que de sobrevenir un ataque sirio, las Fuerzas de Defensa de Israel reaccionarían con la mayor potencia.

El ataque estadounidense consistiría principalmente de misiles tipo Tomahawk disparados desde destructores y submarinos en el Mar Mediterráneo, además de posibles vuelos de reconocimiento y bombardeo por aviones estacionados en portaaviones en la misma zona. Los cuatro destructores de la flota que están en la zona son el USS Barry, the USS Mahan, el USS Ramage y el USS Gravely.

En las últimas horas crecía el apoyo internacional al ataque estadounidense y el número de naciones dispuestas a participar en el mismo o a suministrarle ayuda logística (especialmente Gran Bretaña y Francia), según afirmaba el sitio del diario israelí Haaretz. Según el mismo, la Liga Árabe condenaba la acción siria, Turquía mantenía silencio, lo mismo que Irán, y Rusia había declarado que «no saldría a la guerra» (contra Estados Unidos) «en caso de un ataque».

La fuente también afirma que Estados Unidos tiene una lista de 35 objetivos, todos ellos suministrados por los rebeldes sirios mismos, que acarician la esperanza de que el ataque, más que una reacción limitada, les permitirá obtener una ventaja estratégica para ganar una guerra que en los últimos meses han estado perdiendo.

En cuanto al obstáculo que podría impedir la acción estadounidense es éste: no tiene apoyo entre el público estadounidense. De acuerdo con una encuesta de Reuters / Ipsos publicada este martes, solamente el 9 por ciento la apoya, mientras que el 60 por ciento se opone.

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