Salvadoreños nacidos en EEUU en busca de su identidad


Durante buena parte de su niñez y adolescencia, Jennifer Cárcamo, de 23 años, no sabía muy bien lo que significaba el ser hija de inmigrantes salvadoreños que llegaron en los años 80.

«Sabía que mis padres habían venido de El Salvador, pero no sabía qué significaba ser salvadoreño más allá de las pupusas y la cumbia», dice Cárcamo. «Pero cuando estaba en secundaria ví una película llamada Voces Inocentes, que hablaba de la guerra en El Salvador. Ahí fue cuando comencé a hacer preguntas».

 

Como muchos salvadoreño-americanos, primera generación nacida aquí, hijos de refugiados salvadoreños que escaparon de ese país durante la guerra civil de los años 80, Jennifer no había escuchado a sus padres hablar mucho del tema en casa ni tampoco veía a los suyos reflejados en las historias que contaban los medios de comunicación.

 

«Cuando era pequeña recuerdo que mi mamá lloraba mucho por lo que pasaba en El Salvador», cuenta Nancy Zúniga. «Tengo un hermano que vivía allá todavía. Pero no entendía bien lo que pasaba».

 

Sus padres tampoco querían ver a sus hijos involucrados en nada que oliera a política ni activismo. Sin embargo, tanto Zúniga como Cárcamo son parte de una generación de salvadoreño-americanos que logró cumplir el deseo de sus padres de obtener una educación universitaria y, en el proceso, descubrió su historia.

 

Ellas y otros jóvenes como ellas se dieron cuenta, al llegar a la universidad, que los grupos de estudiantes latinos existentes no eran como ellos.

 

«Había muchos grupos en la universidad que tenían que ver con latinos, pero no necesariamente alguno que reflejara nuestra identidad como salvadoreños», explicaJesse Melgar, un salvadoreño-mexicano nacido en San Bernardino. «Tenemos una experiencia única, nuestros padres no vinieron voluntariamente sino temiendo por sus vidas en la guerra».

 

En 2008, Melgar y otros compañeros universitarios de origen salvadoreño fundaronUSEU, la Unión Salvadoreña de Estudiantes Universitarios, una organización que hoy en día agrupa a estudiantes de nueve campus universitarios en California. «Comenzamos con un grupito de amigos y creció mucho en poco tiempo», dijo Melgar, quien es graduado de UCLA y acaba de ser contratado como jefe de comunicaciones del senador estatal Ricardo Lara.

 

USEU ha servido para que los salvadoreños de segunda generación, los nacidos aquí,exploren lo que en muchos casos sus padres no les contaron, señala Leisy Abrego, profesora asistente de Estudios Chicanos en UCLA. Abrego, una salvadoreña de lo que ella llama «la generación 1.5», llegó al país con sus padres en 1980 a la edad de 5 años, y es una de las primeras catedráticas salvadoreño-americanas en California.

 

«Esta es una comunidad cuya experiencia no se ve reflejada en televisión ni en las noticias, no se considera de ninguna manera positiva a los salvadoreños en los medios. Hay pocos libros o investigaciones, todo esto está surgiendo apenas ahora», dijo Abrego, quien aclara que se siente mucho más cómoda hablando inglés que español.

 

USEU no se ocupa solamente de reunir a los salvadoreño-americanos para contarse su historia. También tienen otros objetivos, señaló Maricela Lopez Samayoa, estudiante de sociología y estudios étnicos en UC Riverside y actual coordinadora estatal del grupo.

 

«Para entender nuestro lugar en la comunidad y decidir qué queremos hacer tenemos que saber quiénes somos», dijo López. Los diferentes capítulos de USEU se involucran en diversos programas y proyectos, añadió la joven, que cursa su último año universitario. «Hemos traído a grupos de estudiantes de secundaria a la universidad, para promover los estudios superiores; tenemos reuniones culturales y hacemos trabajo comunitario; este próximo mes de abril, en nuestra conferencia anual, esperamos hablar de los proyectos».

 

En 2009, a poco tiempo de nacida la organización, un grupo de 30 de estos estudiantes viajó a El Salvador para recorrer los sitios emblemáticos de la historia reciente del país y promover «elecciones libres y democráticas». Para muchos de ellos, el viaje resultó una revelación y algunos fueron contra la voluntad de sus padres o no les revelaron la intención político-social del viaje.

 

«Para los que fuimos, fue como abrir los ojos a nuestra propia historia. Visitamos sitios históricos, la Universidad Centroamericana donde asesinó a los jesuitas, el sitio de la masacre de El Mozote…», dijo Cárcamo, quien realizó un documental de la visita para su máster en documentales e historia, cursado en UCLA.

 

Nancy Zúñiga, quien trabaja para una organización comunitaria, el Instituto de Educación popular del Sur de California –a pesar de venir de una familia que no quería verla involucrada en nada que sonara a política- señala que ese viaje y la relación con otros jóvenes como ella deja algo en claro.

 

«No es por accidente que estamos aquí», dijo. «Nuestra realidad no está desconectada de la de nuestros padres».

Previous Programa educativo ayuda a latinas a sobresalir
Next Monja salvadoreña da a luz en Italia y lo llama Francisco