Nuevo DiCaprio es tan frenético como magistral


En muchas ocasiones, los aficionados al cine, y también los críticos, se apresuran a declarar a ciertos directores como “revolucionarios” o “desafiantes”, simplemente porque sus películas tratan de apartarse de lo convencional, intentando provocar más que contar una buena historia.

Este año un ejemplo de ello fue Spring Breakers, de Harmony Korine.

Pues bien, alguien debería decirle a Korine, que pronto cumplirá 40 años —y a tantos otros, entre ellos a sus seguidores—, que echen un vistazo a The Wolf of Wall Street, cinta con la que Martin Scorsese, de 71 años, da una lección de cómo provocar, desafiar y, al mismo tiempo, contar una buena historia de forma original y amena.

En el largometraje —clasificado R y que llegará a las pantallas el miércoles, Día de Navidad—, el autor de Taxi Driver y Raging Bull cuenta la historia verídica de Jordan Belfort, un corredor de bolsa que amasó ingentes cantidades de dinero durante los años de bonanza económica —aunque no precisamente de forma legal— y que, como los ganó, malgastó tantos millones en drogas, prostitutas y todo tipo de actividades de escaso beneficio.

The Wolf of Wall Street recorre la vida de Belfort desde que éste llegó a Wall Street con la inocencia de un joven entusiasta, hasta que las autoridades concluyen una investigación en su “modus operandi”.

A Martin Scorsese y a su guionista Terence Winter (The Sopranos) les importa más bien poco la conclusión de la historia. Lo que pretenden mostrar es la desmesura de un mundo donde no hay espacio para preguntas morales, donde no hay lugar para cuestionarse acción alguna y donde no hay necesidad de dar explicaciones. Es, en definitiva, el mundo de las finanzas, plagado de sexo, drogas, escándalos, mentiras y traiciones. Y ajeno, por completo, al mundo que lo rodea.

Scorsese, tras dirigir la encantadora Hugo, un cuento para toda la familia, da un viraje de 180 grados y recupera la orgía visual y narrativa que empleó en títulos como Godfellas o Casino, sumergiendo al espectador en una carrera contrarreloj en la que no hay tiempo para tomarse un respiro, porque es así como viven sus personajes.

Personajes que, por cierto, son encarnados por una excelsa selección de actores, desde un Matthew McConaughey simplemente extraordinario (en el papel del mentor de Belfort, y que cuenta con una secuencia, la del restaurante, que sólo puede calificarse de antológica), hasta un Jonah Hill (Moneyball) ejemplar (éste en el papel del socio de Belfort), pasando por secundarios impecables como la británica Joanna Lumley (Absolutely Fabulous) o el francés Jean Dujardin (The Artist).

Pero en The Wolf of Wall Street quien realmente destaca —además del trabajo en la fotografía de Rodrigo Prieto (Argo) o el montaje de Thelma Schoonmaker, habitual en el cine de Scorsese) es Leonardo DiCaprio.

Su valentía a la hora de enfrentarse a un personaje tan deleznable como el de Jordan Belfort (que le da la oportunidad de pasar de la comedia más desenfrenada al drama más perturbador) confirman que la estrella de The Great Gatsby es, simplemente, uno de los grandes.

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