Mujeres mayores de LA celebrarán su «quinceañera»


Cuatro latinas celebrarán en Los Ángeles la fiesta que no pudieron tener en su juventud

Julieta Rodriguez alza las manos al cielo para dar gracias, y las lágrimas le ruedan una y otra vez.

Apenas ahora, a sus 66 años, va a tener su fiesta de quinceañera. 

«Nunca me imaginé que 45 años más tarde, por fin, iba a tener mi fiesta de quinceañera. Es una felicidad muy grande, como si me fuera a casar», dice emocionada. 

No la festejará sola, sino acompañada de otras tres mujeres inmigrantes mayores que también celebrarán sus 15 años: la mexicana Gilberta Ballesteros, de 68 años, y las salvadoreñas Santos Ascencio de 68 y Julia Melgar de 70 años. 

Ninguna de ellas, que pasaron sus vidas productivas en esta ciudad, trabajando en fábricas, restaurantes, y limpiando casas, pudo celebrar debido a la pobreza que vivían en sus países de origen. «Éramos nueve hermanos y mi papá era pescador», cuenta Rodríguez, quien creció y nació en Mazatlán, México. 

Ballesteros, de Nayarit, México dice que a duras penas su papá, un jornalero, completaba para alimentarla a ella y sus cuatro hermanos. «Ni siquiera pensé en tener una [celebración] porque las fiestas de ‘quince años’ eran para los ricos», dice. 

En San Miguel, El Salvador, las cosas no eran más fáciles para Ascencio. Su padre era carpintero y su madre vendía frutas y verduras puerta a puerta. «Lo que sacaban apenas alcanzaba para llevar comida a los diez hermanos», platica. 

Melgar, de 70 años, tuvo por fiesta de cumpleaños una paliza que le asestó su papá por haber reprobado el año escolar. «Luego mi padre nos abandonó y mi madre nos sacó adelante a los siete hijos con lo que sacaba de un puestecito en el mercado», recuerda. 

La idea de festejar a estas mujeres le vino a Patricia Guerrero, creadora del Club de Oro —una organización no lucrativa para personas mayores del Este de Los Ángeles— quien dice que reconoció la cara de nostalgia que muchas ponían cuando las hacía bailar el vals en los cumpleaños. 

Al preguntar cuántas de ellas no habían tenido fiesta de quince, dice, «la mayoría alzó la mano y se me ocurrió hacerles la fiesta que nunca habían tenido; pero como no podíamos encontrar patrocinadores para todas, tuve que hacer una rifa para sacar a cuatro al azar». 

Cuando los nombres de las ganadores se supieron, explica, las cuatro mujeres se abrazaron fuerte. 

Ascencio dice que ella oró durante varios días para ser una de las ganadoras: ¡Yo quiero Señor! ¡Yo quiero Señor! Y cuenta que cuando su nombre fue mencionado entre las ganadoras, gritó plena de gusto. ¡Sí se pudo! 

El diseñador Eruviel Tapia donó los vestidos pensando en su madre que murió con la ilusión de ser quinceañera. 

«Vamos a vestirlas a la moda retro, con colores rosas para que cuando se pongan esos vestidos se remonten a su juventud», dijo el artista especializado en vestidos de quinceañeras y novias, mientras medía a una de estas nerviosas quinceañeras de la tercera edad.

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